Vladimir Putin fue uno de los
pocos mandatarios que no reconocieron a Juan Guaidó como presidente interino
del país
(Infobae) Rusia no se mueve un
centímetro de su plan: apoyar la dictadura de Nicolás Maduro hasta las últimas consecuencias
y utilizar a una lastimada Venezuela como punta de lanza para su desembarco en
América Latina. De acuerdo al canal ruso RT, el Kremlin anunció que no cambiará
su postura y continuará del lado del chavismo, desairando a Juan Guaidó, el
líder de la Asamblea Nacional, quien hoy juró como Presidente Interino de la
nación.
La proclamación del joven
diputado opositor, fue apoyada por decenas de países de la región y del mundo:
todas democracias. A contramano de todos, Rusia continuará del lado del dictador.
Por conveniencia y por afinidad ideológica.
Pero sobre todo por su
ambición y obsesión: los recursos naturales venezolanos primero, y del resto de
la región después. Maduro, el jefe del régimen, cree que Vladimir Putin es el
camino para retener el poder, aun a costo de entregar los recursos de su país.
Hace una semana, Moscú anunció que rescataría económicamente a Venezuela. Hoy,
que respetará la investidura del chavista por sobre Guaidó.
Además de político y
económico, Putin siempre coquetea con el apoyo militar. Así se manifestó de
forma explícita en diciembre pasado, cuando en Caracas pudieron verse los
temibles y añejos Tupolev-160, los bombarderos nucleares de la Federación Rusa
que hicieron pruebas en el Caribe venezolano. ¿Rogará por ellos Maduro ante la
desesperación de verse escurrirse su poder?
Stephen Donehoo, socio y
director de McLarty Associates, dijo a CNN: "Rusia está usando a
Venezuela. Venezuela está tan desesperado en buscar a alguien que les abra las
puertas, porque ya en el hemisferio tiene esa capacidad… que se tienen que ir
hasta Rusia para que les preste ayuda y tengan un museo con este avión que es
tan viejo que ya tiene más de 30 años, para demostrar que tienen amigos en el
mundo".
La Rusia de Putin -quien
controla aquella nación desde el 31 de diciembre de 1999- ha vuelto a sentirse
imperialista bajo su mando. Sus tentáculos se expanden a fuerza de dinero,
diplomacia y fuego. Esta última opción bien la conocen sus vecinos más duros,
los ucranianos, que resisten la incorporación de Crimea y Sebastopol a la
Federación Rusa.
El Kremlin jugó sus fichas:
infiltró militares y agentes secretos en todo Ucrania para desestabilizar al
país y hacerse con esas dos regiones. Kiev padeció en carne propia esa
intromisión en 2014. A tal punto fue la invasión rusa en tierra vecina que el
17 de julio de 2014 un avión de la compañía Malaysia Airlines fue derribado por
fuerzas alentadas por Moscú desplegadas en una granja cercana a la ciudad
ucraniana de Pervomaisk. Murieron 298 personas. Holanda y Australia acusaron
directamente a Rusia por la catástrofe.
Putin negó cualquier tipo de
participación, directa o indirecta, pese a las evidencias. Sin embargo, el
ejemplo más reciente y claro podría ser Siria. Aquel país devastado de Medio
Oriente quedó a merced de Rusia. El país dominado por Bashar al Assad estaba al
borde de una derrota a manos de los rebeldes hasta que recurrió al antiguo
aliado de los tiempos de su padre, Háfez al Assad, quien entonces pedía
asistencia a la Unión Soviética.
Damasco contó con la
asistencia rusa para salvar su dictadura y aplastar a los opositores. Pero el
costo fue absoluto, al punto que la nueva constitución siria fue redactada por
juristas y políticos rusos. Fue Putin quien susurró los artículos que más
interesaban a sus intereses. Los escasos recursos del país de Medio Oriente
quedaron en manos de Moscú.
Telecomunicaciones, pozos petroleros, energía… todo será controlado por
empresarios rusos.
La Venezuela de Maduro y la
Rusia de Putin podrían entenderse fácilmente en la actualidad. Es que en el
lejano país euroasiático tampoco se respetan las instituciones, la violación a
los derechos humanos es sistemática, y el Parlamento y la Justicia funcionan al
ritmo que les impone el ex agente de la KGB.
El Kremlin es especialista en
permitir que las dictaduras aliadas perduren en el tiempo. A tal punto quedó
comprometida Venezuela con Rusia que la deuda que posee con Moscú representa el
pago de 600 mil barriles por día. Pero Caracas no puede asumir ese desembolso.
Desde 2006, Venezuela recibió del Gobierno ruso y de la petrolera de ese país,
Rosneft, préstamos y líneas de crédito por 17 mil millones de dólares. Pero la
hipoteca con el Kremlin podría ser aún mayor.
Rosneft, la empresa que
responde a Putin tiene la necesidad de expandirse en países parias. De esta
forma intenta sortear las sanciones impuestas desde Washington y Europa. En
2016 Rosneft consiguió una participación del 49,9% en Citgo, la filial de PDVSA
en los Estados Unidos, como garantía de un préstamo de 1.500 millones de
dólares a la empresa venezolana. Igor Sechin, el director de la firma rusa, es
el "embajador paralelo" de Moscú en Caracas.
En su última gira por la
capital rusa, Maduro anunció nuevos "acuerdos" que involucran
recursos naturales venezolanos. Son contratos con Rusia para la inversión de
más de 6.000 millones de dólares en proyectos conjuntos en los sectores
petrolero y aurífero. "Vamos bien", dijo el pasado 7 de diciembre
desde el frío de la capital rusa.
Esos 17 mil millones de
dólares que Venezuela le debe a Rusia son cancelados -lentamente- por el
régimen de Maduro mediante barriles de crudo. Miles y miles por día. Los
recursos naturales venezolanos, que alguna vez alumbraron al país, ya casi no
le pertenecen.
La dictadura latinoamericana
ya cayó presa de la telaraña rusa. Cree necesitarla para su salvación, pero al
final será desangrada. Gracias al espíritu conquistador de Putin, quien solo
pretende los recursos naturales del país latinoamericano.
Fuente: infobae.com
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